Tras siete años en
el Gran Circo, el equipo Manor desaparece al no poder encontrar un inversor que
le salvara de la bancarrota. (FOTO:www.sportyou.es)
2010 era el año de la primera gran revolución que sufriría la Fórmula 1. Mundial alejado
de aquel marcado por los dobles difusores y que nos hacían echar la vista unos
meses atrás con nostalgia cuando Lewis Hamilton se proclamaba campeón en la
última curva.
A mediados de aquel 2008, la FIA abría el
concurso para incorporar a tres equipos más, los elegidos eran Manor, Campos Racing (posterior HRT) y USF1. Estos últimos no
llegaron al incumplirse las promesas del límite presupuestario que se quería
instaurar y en el que el farol de las grandes ganó con amenaza de hacer un
campeonato paralelo.
El sitio americano lo ocupó Lotus y posteriormente Caterham. Fiel reflejo de que la
entrada para estos modestos no era viable sin límite presupuestario. Los tres
noveles tuvieron en común el paso de mano en mano entre distintos propietarios,
a cada cual con más ansia de revender con pingües ganancias. El espíritu especulativo ganaba al de carreras
y poco a poco la llama de la vida se iba apagando en ellos. HRT y Caterham decían adiós finalizadas las
campañas 2012 y 2015. Manor, Virgin o como queramos llamarles, se mantenían
a sabiendas de que la cenicienta de la parrilla la asumirían ellos. Se acabó la
pelea por no ser el peor y repartirse las migajas que dejaban los grandes. Aún
así, primero el malogrado Jules Bianchi
y este último año Pascal Welrhein daban puntos a este modesto equipo. Las
hazañas (especialmente la del alemán) de
poco sirvieron. Brasil y la buena
actuación de Sauber condenaba a Manor al cataclismo económico, a la
búsqueda contrarreloj de ese comprador que nunca llegó, a tener que cerrar su
garaje para no abrirse jamás y sobre todo, a llevarse lo último que quedaba de
lo iniciado en 2009.