Cuando hablamos de rivalidades enseguida nos lleva la mente
a Mclaren. Parece que vemos aquellos coches rojos y blancos con Senna y Prost
al volante o más recientemente a Fernando Alonso y Lewis Hamilton sacar todo de
las balas plateadas. Sin duda, son dos rivalidades con algunos paralelismos,
por lo que haciendo el símil de 2007. Diríamos que Alonso era más parecido a
Alain Prost con su temple y frialdad mientras que Lewis Hamilton más bien se
asemejaba a Ayrton Senna (emulando ligeramente su casco) en su agresividad
hacia la victoria aunque con el tiempo también ha aprendido que un segundo
puede valer, y que ese segundo no es siempre el primero de los perdedores. Pero
esta vez quiero analizar la rivalidad del pasado dando tanto de si todo que lo
dividiré en dos secciones.
Llegaba el año 1988 y Ayrton Senna nada más aterrizar en
Mclaren se llevaba el campeonato del mundo. Había destronado a Prost como el
líder indiscutible de Woking, los galones del paulista habían subido como la
espuma y el cetro no era otra cosa que la confirmación de un talento que llevaba
gestándose desde su exhibición monegasca a bordo del Toleman. Todo ello dio
paso a tensiones entre los dos pilotos de Mclaren, los dos mejores del mundo
pero siempre muy arriesgado apostar por dos gallos en el gallinero. El hacha de
guerra quedaba desenterrada y la relación entre “Magic” y “El Profesor” se
deterioraba hasta el punto de no dirigirse ambos la palabra. Y las grandes
chispas de toda esta tensión se reflejaron durante dos temporadas seguidas en
Suzuka.
Empezamos analizando lo que pasó en 1989, y ahí Senna tenía
que arriesgar. Todo lo que no fuera la victoria le dejaría sin opciones de
revalidar el título. Y después de varias vueltas detrás de Alain Prost, decidía
meterle el morro en la primera parte de la chicane antes de entrar en meta. Ahí
puede haber controversias sobre quién tuvo la culpa, y bajo mi humilde
percepción “El Profesor” no sentó precisamente cátedra pegando el portazo ante
un Senna que tenía la posición ganada. El incidente beneficiaba al francés, que
con un abandono de ambos era matemáticamente campeón antes de llegar a
Adelaida. Pero Senna prosiguió, cambió el alerón, metió un ritmo endiablado y
ganó, aunque su polémica descalificación post carrera otorgaba el título a
Prost y el triunfo en la prueba a Alessandro Nannini.
Estaba cantado que todo iba a traer cola. El motivo de la
descalificación fue el hecho de que Senna acortara la chicane para reemprender
la marcha, algo que incomprensiblemente sirvió de pretexto para dejar al
brasileño sin puntos abriéndose un cruce de acusaciones por parte de Senna,
argumentando que Jean Marie Balestre, presidente de la FISA tenía como fin
favorecer a su compatriota en la pelea por el título. Dichas acusaciones fueron
respondidas con amenazas de no renovar la superlicencia a Ayrton Senna amén de
habérsela retirado durante los 6 meses posteriores al campeonato. Los rumores
de que Senna podría dejar la Fórmula 1 para partir a la Indy si esto se
materializaba cobraban fuerza.
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